Compartir:

El crimen del padre Amaro

de Carlos Carrera

Estreno 08/11/2002

Extras

  • Presentación
    En 1875, Eça de Queiroz escribió la novela "El Crimen del Padre Amaro" en Portugal. En 2002, en algunas ciudades de México, la situación que ahí se retrata no ha cambiado gran cosa. A pesar de los concilios, las conferencias episcopales y las encíclicas, la labor de la iglesia no siempre está al servicio de sus fieles.

    Una de las reglas impuestas a los ministros de la iglesia es el celibato. Férrea como pocas, es un precepto muy difícil de seguir por la naturaleza humana. Y es que el hecho de ordenarse sacerdote no le quita a un hombre sus impulsos. Los sacerdotes son hombres, falibles y con necesidades como cualquiera. Las historias relacionadas con el celibato han sido inspiración para historias en la literatura, en el cine y en el imaginario popular. El enfrentamiento de los impulsos contra las reglas morales tiene el poder de crear un conflicto dramático de una gran fuerza.

    En El Crimen del Padre Amaro hay dos líneas importantes: por un lado la relación entre el padre Amaro y Amelia, y por otro, la relación del poder y la Iglesia.

    Aunque desde hace mucho tiempo los sacerdotes liberales procuran, además de ser guías espirituales, mejorar las condiciones reales de vida y las situaciones de justicia de la población, sectores encumbrados de la Iglesia, extremadamente conservadores, defienden activamente los intereses del poder.

    El Crimen del Padre Amaro es la historia de un alma buena, un joven con buenas intenciones, con fe, que poco a poco se va corrompiendo, vendiendo a los intereses de la iglesia. Ante la promesa de una mejor posición política dentro de la Institución. La generosidad y la riqueza espiritual se va convirtiendo en puro egoísmo y amargura.

    El padre Amaro resume en su persona pasiones contradictorias. Está habitado por el deseo de cumplir con el compromiso que la Iglesia tiene con la gente más necesitada, pero no desea desobedecer a las disposiciones de la Diócesis. Su ambición lo lleva a traicionarse. También quiere preservar su relación con la joven Amelia sin que esto afecte su carrera. El Padre Benito, quien acepta limosnas del narcotráfico, con lo cual contribuye a su lavado, pero lo utiliza en obras de caridad y piensa que está actuando bien. También ama a la Sanjuanera, pero está en conflicto por la ruptura de los votos de castidad. El padre Natalio sabe que debe directamente obediencia antes a su parroquia que a la autoridad eclesiástica. Es quizás el personaje más claro en sus motivaciones, en medio de la corrupción. Amelia es un claro ejemplo de la confusión entre amor divino y amor carnal, facilitada por la mística católica. Dionisia vive su locura a través de la religión, lo cual, paradójicamente, le presta un asidero a la realidad.

    En la película se pretende darle voz, por medio de la creación de personajes consistentes, a distintas posturas y dudas ante lo espiritual. Más que la maldad de personajes maniqueos, lo que nos importa es la complejidad de las motivaciones humanas.
  • Adaptación de Vicente Leñero
    Amaro Viera, sacerdote recién salido del seminario recibe su primera encomienda en los Reyes, pueblo pequeño y aislado en el Bajío. Con recomendación especial del Obispo, es nombrado asistente del Padre Benito, párroco del templo principal.

    Poco a poco va descubriendo la vida en el pueblo: los ires y venires de las beatas, las confesiones reiteradas de los que se confiesan, y la ausencia en el confesionario del resto de los parroquianos; las locuras de Dionisia, vieja que se la pasa rezando y haciendo exorcismos, conocedora del alma de todos en el pueblo; los coqueteos confundidos con devoción de las jovencitas, entre las que destaca Amelia, y los secretos del padre Benito.

    El Padre Benito mantiene relaciones con la Sanjuanera, madre de Amelia. Aunque discreto, el padre Benito no encuentra nada malo en tener mujer, respetarla y cuidarla. Además, la filantropía de Benito no tiene límites, mientras se haga el bien, se beneficie a los pobres, se construyan asilos y dispensarios, no se debe cuestionar el origen de las limosnas. Amaro reprueba en secreto los excesos de su superior.

    La obediencia del padre Amaro es puesta a prueba cuando Rubén, el novio de Amelia, publica fotos que evidencian la relación del Padre Benito con el Chato Aguilar, un capo del narco. En la nota también se dice que el padre Natalio organiza una guerrilla en la sierra. El Obispo lo comisiona para que corrija la mala imagen que de la diócesis se pudiera formar la opinión pública. El propósito de honestidad del padre Amaro se ve mermado, ahora lo que queda es el hacer el menor daño posible.

    Amelia termina con Rubén por ateo. A partir de ese momento dirige sus afectos a la Iglesia personificada en el joven padre Amaro. El padre Amaro confundido por los coqueteos devotos de Amelia, se resiste, hace penitencia, pide a Dios en vano que lo ilumine.

    Rubén busca vengarse del padre Amaro y lo golpea. Amelia, al verlo maltratado se atreve a acariciarlo, Amaro no soporta más y sucumbe a la tentación. Como puede, se las ingenia para verse en secreto con Amelia en casa del sacristán Martín con el pretexto de prepararla para monja. Amelia supuestamente enseñará catecismo a Getsemaní, hija adolescente de Martín enferma de parálisis cerebral que todos en el pueblo confunden con retraso mental.

    En esos encuentros exploran su sexualidad. Amaro busca desesperadamente justificar el amor por Amelia buscando citas de poesía erótica en la Biblia y la imagen de la Virgen en su amante.
    La vida del padre Amaro es satisfactoria, su carrera parece ir bien hasta que Martín delata su relación con Amelia. El Padre Benito cae en una profunda depresión al sentirse responsable del comportamiento de Amaro. Con el padre Benito enfermo, Amaro se hace cargo de la parroquia.

    El Obispo le hace un nuevo encargo: el Padre Natalio sigue en desobediencia, se niega a ser separado de la comunidad. Amaro deberá comunicarle el decreto de suspensión y excomunión. Sus manejos han resultado inútiles y para colmo su carrera peligra, Amelia está embarazada y está decidida a tener al niño. Amaro no está dispuesto a sacrificar su carrera por amor.

    Amaro le comunica a Natalio la decisión del Obispo. Natalio hace caso omiso de la disposición, Amaro lo admira pero ya no puede hacer nada por él. Le pregunta su opinión sobre el aborto, Natalio está en contra. Amaro, confundido, reza pidiéndole a la Virgen que lo ilumine para salir del problema. Amelia accede finalmente por amor a Amaro. Con la ayuda y conocimiento de Dionisia, hacen los preparativos para llevar a Amelia a una clínica clandestina en otro pueblo. Afuera de la clínica, Amaro cae en la cuenta de lo lejos que están los principios morales con los que llegó al pueblo. La Virgen le concede a Amaro un siniestro milagro: Amelia muere víctima de una hemorragia.

    El pueblo arma su versión de los acontecimientos: Amelia, embarazada de su ex-novio que la abandonó para irse a México, acudió a una clínica clandestina para practicarse un aborto. Al presentarse complicaciones, Dionisia acudió al padre Amaro para llevarla a Villa Aldama. El héroe llegó tarde y la muchacha murió en el camino. El padre Amaro oficia una misa de difuntos para el descanso del alma de Amelia. Sólo el Padre Benito, mudo por una embolia, y Dionisia, comprada con dinero, conocen el secreto del padre Amaro... el crimen del Padre Amaro.

Trailer: La calle de la amargura