LA CIÉNAGA no se adapta a una estructura narrativa clásica. Los personajes no deben revelar ninguna verdad oculta, ni existe ninguna relación causa efecto entre los acontecimientos que afectan a las familias de Mecha y Tali. No ofrece ningún crescendo dramático, sino una acumulación de situaciones que podrían ir desapareciendo poco a poco o dar paso a situaciones dramáticas.
Los personajes de LA CIÉNAGA tienen una relación un poco inquietante con la naturaleza. Y esto queda especialmente patente en las escenas en exteriores. En ningún momento he querido mostrar al espectador paisajes que pudieran resultar pintorescos. Muy al contrario, la naturaleza no es ni agradable ni acogedora. Rechazo el punto de vista romántico que relaciona proximidad con la naturaleza y armonía.
Los comportamientos provincianos desempeñan un papel importante en LA CIÉNAGA. En Buenos Aires, la gente se enfrenta a sus problemas con cierta modernidad y los aborda de forma más o menos directa. No obstante, la gente de provincias tiende a contar anécdotas largas, rebuscadas y muchas veces absurdas en busca de compasión. Su forma de contar historias supone un gran esfuerzo, muchas veces coronado con el éxito, que les permite superar sus preocupaciones al expresarlas con palabras.
Si hay que buscar un elemento clave en LA CIÉNAGA, sería la sensación de malestar. LA CIÉNAGA dibuja una clase social que carece de cualquier tipo de tradición en la que apoyarse, y que tampoco tiene medios suficientes para comprar esa seguridad que garantiza la tradición. Una clase que vive abiertamente su sexualidad sin normas bien definidas. Una clase social que quiere que las cosas sigan igual pero que al mismo tiempo siente un miedo atroz de que la historia se repita.
Lucrecia